miércoles, 22 de septiembre de 2010

SAMANTA SCHWEBLIN, HACIA LA ALEGRE CIVILIZACIÓN, TEXTOS DE CARTÓN 2010


Samanta Schweblin
(Buenos Aires – 1978)

Es egresada de la carrera de Imagen y Sonido de la Universidad de Buenos Aires. En 2001 obtuvo el primer premio del Fondo Nacional de las Artes y el primer premio del Concurso Nacional Haroldo Conti con su primer libro “El núcleo del Disturbio” (Planeta, 2002). En el 2008 obtuvo el premio Casa de las Américas, por su libro de cuentos "Pájaros en la boca", y la beca FONCA de residencias para artistas del gobierno Mexicano. Muchos de sus cuentos han sido traducidos al alemán, al inglés, al italiano, al francés, al portugués, al sueco y al servio, para su
publicación en numerosas antologías, revistas y medios culturales.


El libro contiene los cuentos "Hacia la alegre civilización de la capital" y "La pesada valija de Benavides"

Hacia la alegre civilización de la capital

Ha perdido su pasaje y tras las rejas blancas de la boletería se le ha negado la compra de otro por falta de cambio. Desde un banco de la estación, mira el inmenso campo seco que se abre hacia los lados. Cruza las piernas y extiende las páginas del periódico para encontrar artículos que apuren el paso del tiempo. La noche cubre el cielo y a lo lejos, sobre la línea negra en la que se pierden los rieles de la estación, una luz amarilla anuncia próximo el último tren de la tarde. Gruner se incorpora. El diario cuelga de su mano como un arma que ya no tiene utilidad. Adivina en la ventanilla de la boletería una sonrisa que, oculta tras las rejas, está exclusivamente dirigida a él. Un perro flaco que antes dormía se incorpora atento. Gruner avanza hacia la ventanilla, confía en la hospitalidad de la gente de campo, en la camaradería masculina, en la buena voluntad que nace en los hombres que son bien encarados. Va a decir por favor, qué le cuesta, usted sabe que ya no hay tiempo de encontrar cambio. Y si el hombre se niega va a preguntar por otras opciones, usted sabe, comprar el boleto en el tren o, al llegar, pedirlo en la boletería de la terminal. Hágame un vale al menos, facilíteme un papel que indique que debo abonarlo después. Pero al llegar a la ventanilla, cuando las luces del tren prolongan las sombras y la bocina es fuerte y molesta, Gruner descubre que tras las rejas no hay nadie, sólo un banco alto y una mesa atiborrada de inscripciones sin sellar, futuros boletos hacia distintos destinos. Con el tren que entra a la estación a velocidad considerable, los ojos de Gruner encuentran, a un lado de las vías y en el campo, al hombre que aún sonríe y mediante señas indica al conductor que no debe detenerse, puesto que nadie ha comprado un boleto. Después, al alejarse el sonido de la máquina, el perro vuelve a echarse y una lámpara de la estación parpadea hasta apagarse por completo. El diario ahora enroscado vuelve a apoyarse en el regazo de Gruner sin que ninguna conclusión logre incorporarlo para ir en busca del miserable que le ha negado la civilización alegre de la Capital.


La pesada valija de Benavides

Regresa al cuarto con una valija. Resistente, forrada en cuero marrón, se apoya sobre sus cuatro ruedas y ofrece con elegancia su manija a la altura de las rodillas. Benavides no se arrepiente de sus acciones. Cree que las puñaladas sobre su mujer fueron justas, pero sabe que pocos comprenderán las razones. Por eso opta por el siguiente plan: evitar que la sangre chorree envolviendo el cuerpo en bolsas de residuos, abrir la valija junto a la cama y, con el trabajo que implica doblar el cuerpo de una mujer muerta tras veintinueve años de vida matrimonial, empujarlo hacia el piso para que caiga sobre la valija. Oprimir sin cariño, dentro de los espacios libres, la masa sobrante, hasta terminar de encastrar el cuerpo en la base de la valija. Más por prolijidad que por precaución, recoger las sábanas ensangrentadas y guardarlas en el lavarropas. Envuelta en cuero sobre cuatro ruedas ahora vencidas, el peso de la mujer no disminuye en absoluto, y aunque Benavides es pequeño debe agacharse un poco para alcanzar la manija, postura que no ayuda en gracia ni en practicidad, y poco colabora en la aceleración del trámite. Pero él, hombre organizado, en pocas horas está en la calle, en la noche, avanzando, pasos cortos y valija atrás, hacia la casa del Doctor Corrales.


Autor: Samanta Schweblin. Género: Narrativa. Páginas 44. Primera edición: 50 ejemplares. Setiembre 2010.

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